La Imagen como Experiencia. Un Encuentro con Toni Serra
Por MARISA GÓMEZ
www.intearartive.org
2011
Hace
tiempo que nuestro mundo se volvió imagen. La nuestra es la era de lo
visual, de las pantallas. Hace más tiempo todavía que la fotografía y el
cine nos revelaron otra forma de ver: la vida captada a través de la
cámara se convertía en un lenguaje capaz de producir sentidos complejos
de la realidad.
Hace
casi dos décadas que el videoartista catalán Toni Serra se vale de
estas herramientas para hacernos visible y pensable su experiencia del
mundo. El malestar o un estado de ánimo pueden devenir imagen. La imagen
puede convertirse –para quien la produce y la construye, pero también
para quien la observa- en vida interior.*
Una
mirada general a la obra de Toni Serra nos hace pensar directamente en
una posición crítica y política respecto al mundo, pero también en una
posición intimista y poética. Nos hace pensar en el archivo como
estrategia de producción. Sin embargo, acercarse a su obra a través de
las propias palabras del artista, nos permite entenderla en toda su
coherencia: desde la evolución de sus trabajos a lo largo de su
trayectoria y las tensiones que se producen en su interior, hasta la
forma de construirlos.
Parece
que todo el sentido de la obra de Toni Serra se sustenta sobre una
personal concepción de la imagen y una particular relación con ella: la
imagen es el elemento que hilvana su experiencia personal al tiempo que
se entreteje en y con ella. Se convierte así en filtro de su realidad,
en herramienta de trabajo y en medio de expresión.
Por
su procedencia del ámbito de la historia del arte y la filosofía nunca
se ha identificado con las artes plásticas. Por ello, adoptará el vídeo
como soporte desde el que explorar, en múltiples direcciones, este
particular universo de la imagen.
Desde
esta perspectiva, podemos decir que la obra de Toni Serra gira entorno a
la idea de poner en imágenes su propia experiencia vital, ligada a su
vez, a la imagen como marca de una generación y una época.
Así, sus primeros trabajos entorno a la crítica de los Mass Media provienen
de un malestar hacia una cultura en la que no se reconoce. Es este
malestar el que le lleva, en una búsqueda de lo otro, hasta Marruecos,
donde vive a largas temporadas desde hace años.
Es también un malestar, quizás diferente, el que le llevará más adelante a desarrollar trabajos como WSB Hassan Sabbah, también entorno a la construcción mediática de la realidad, o experiencias de arqueología mediática, como los Archivos Babilonia,
en los que trata de poner de relieve, desde una mirada crítica, ciertos
valores de la cultura occidental y el lenguaje visual desde el que se
construyen, revelando los mecanismos de poder que los sustentan.
El malestar hará surgir también 1991 Next Hundred Years,
donde de nuevo se destaca la enraizada relación entre las estructuras
de poder y los acontecimientos que conforman la historia, opuesta a lo
efímero de ambos elementos. Y el malestar estará también en las bases
de The Job, en la que se reconstruye la mirada de un periodista norteamericano sobre la toma de Fallujah.
El
mundo objetivo de la imagen fabricada por los media se vuelve
introspectivo a través de una personal deconstrucción y reconstrucción
visual de la guerra de Argelia, la Guerra del Golfo, del 11S o la
sociedad de consumo y sus juegos de poder. El resultado se convierte en
crítica y reflexión, en una llamada de atención pero también en un
grito audiovisual de rabia. Es el malestar hecho imagen. Es la imagen
convertida en política.
Otros
malestares y otras experiencias se cruzan en esta trayectoria vital y
creativa. La mirada al otro adquiere, en este momento en que los debates
sobre los multicultural y lo intercultural están a la orden del día,
también una fuerte carga política. A través de su cámara, Toni Serra
capta diferentes modos de entender la realidad y de relacionarse con
ella, desde Dhia Dhikr –en la que lanza una mirada a una concepción de la muerte diferente a la occidental- a Los Sures –donde retrata los paisajes interiores de una comunidad puertorriqueña en Nueva York.
La
importante presencia del mundo islámico en la obra de Toni Serra puede
leerse, por un lado, como otra forma de expresión del malestar cultural
en un contexto socio-político muy concreto. Puede leerse, quizás, como
un intento de negociar la diferencia haciéndola visible. Pero por otro
lado, los modos en que el artista nos muestra ese mundo del que también
forma parte, nos hacen pensar en un giro hacia el interior. Nos hacen
volver a la experiencia como motor de aquello que quiere y puede captar y
expresar, aquello que sus propias circunstancias personales le hace
visible. Sus retratos de ciudades laberínticas, como en Seffar, Fez Cuidad Interior o Al Barzaj o de personajes y sus experiencias vitales, como en Istishara o Last Night Dikr, nos
hablan de encuentros fortuitos con las imágenes y sus protagonistas.
Parecen hablarnos, no tanto de malestar, como de “estar” en el mundo. Y
ese “estar” construido desde dentro, se exterioriza mediante una
aproximación a lo metafísico, a lo que él define como “lo espiritual”.
Se exterioriza mediante imágenes con una fuerte carga simbólica y
poética –pienso, por ejemplo en danza de una bolsa de plástico animada
por el viento en Wahab. Así,
los laberintos del ser espiritual se materializan en laberintos de
calles y en narraciones de sueños que convierten a el vídeo en una
experiencia onírica de por sí.
Podemos
decir, entonces, que Toni Serra trabaja con muchos tipos de imágenes.
Por un lado, las interiores, las mentales. Por otro, y en un sentido más
práctico, con las imágenes fácticas, las que son visibles por todos. Y
dentro de éstas, trabaja tanto con imágenes que él mismo produce –que
busca o encuentra casualmente en la realidad- como con imágenes
producidas por otros –que busca o encuentra casualmente en lo que
podríamos llamar, siguiendo a Debray, la videosfera contemporánea.
Y
es aquí donde entra el archivo –un elemento que no sólo está presente
en sus vídeos sino también en otro proyectos como OVNI (Observatorio de
Vídeo no Indentificado). El archivo como documentación de una época, de
un determinado tipo de mirada, de un conjunto de experiencias vitales;
como colección de piezas a partir de las que recomponer su visión de la
realidad. Por ello, para él es fundamental el proceso de montaje. El
acto de archivar es, por un lado, un proceso de deconstrucción del mundo
en imágenes. Éstas son a su vez deconstruidas en busca de sentido y
reconstruidas mediante el montaje para recomponer un puzzle de la
realidad.
Y
esta reconstrucción es también un proceso de introspección. Toni Serra
lo compara con el proceso de escritura, en el que, como dice Bataille,
uno puede perderse. Este trabajo consiste en encontrar las relaciones
entre las propias imágenes, en construir un diálogo entre su forma
exterior y lo interior que conllevan. Para el artista es también parte
de la experiencia vital, producto de su estado en relación a las
imágenes “archivadas” y lo que le sugieren en cada momento. Es la imagen
convertida en devenir. Es el vídeo convertido en sueño.
Hay
otra dimensión de la obra de Toni Serra que se desprende de su
concepción de la imagen y que está implícita en esas visiones
interiores: la imagen como medio que permite ver más allá de lo visible.
No sólo a través de sus sentidos simbólicos, de sus interpretaciones,
sino también a través del propio aparato óptico que es, en su caso, la
cámara de vídeo.
La
imagen, para él, tiene una capacidad intrínseca de revelar. Permite
sacar el velo de la realidad, ir más allá de lo inmediatamente visible,
de lo que tenemos delante. Y la cámara permite también desnudar esa
realidad y ver aquello que no percibimos en el aquí y ahora. Toni Serra
nos explica cómo a lo largo de su experiencia ha tenido que aprender a
ver el mundo; y a verlo, además, a través de la cámara, sin que ninguna
de las dos visiones entorpeciera la otra. La imagen grabada permite ver
aquello que no hemos visto y establecer un diálogo entre esas dos formas
de ver la realidad. Después, este diálogo continúa a través de los
modos en que las imágenes en sí transforman y complementen sus sentidos
al encadenarse unas con otras. Establecer estos diálogos es fundamental
para exteriorizar lo interior, pero también para interiorizar lo
exterior.*
Deconstruir
y reconstruir; Revelar y desvelar. Estas son las estrategias de Toni
Serra para convertir la imagen en puente entre lo interior y lo
exterior. Lo interior como aquello espiritual, aquello simbólico, lo
onírico, aquello que no se dice pero que está implícito en el gesto, en
la palabra, en lo que acontece a nuestro alrededor, en la imagen. Lo
exterior, justamente como eso que acontece: el gesto, la palabra, la
narración, la imagen y todo aquello que nos influye, que se nos hace
presente y pensable.
Toni
Serra construye y retrata su vida interior, pero también la de todos
aquellos que se acercan a su obra. Revela también la vida interior de
las imágenes, pero también, a través de ella, la vida interior de mundo
en que vivimos y los mecanismos que lo alimentan. Es la experiencia del
mundo en imágenes, pero también, y sobre todo, la imagen como
experiencia.